(c)Marilú Ickes; música de Alexis Ortega, “Dios ha sido bueno”
No tengo la menor duda de que La Iglesia de Cristo está viviendo momentos difíciles. Pero en medio de la dificultad, lo que más me duele es ver la condición de La Iglesia. Veo una iglesia que no ha entendido o se le ha olvidado el poder que Jesucristo le entregó. Una iglesia que prefiere invertir el tiempo en destacar las diferencias doctrinales separando y descuartizando el cuerpo de Cristo cada día más. Veo una iglesia que, en vez de desarrollar discípulos, está criando “escorpiones” con una aguda destreza destructiva sin capacidad de amar y servir. Una iglesia que piensa primero en ella, segundo en ella, tercero en ella, y si sobra algo, es para ella igualmente. Una iglesia que está concibiendo a Dios como un sirviente; listo y presto a contestar y conceder cada una de las peticiones y “necesidades”. Una iglesia que perdió el norte y la perspectiva de su rol. Una iglesia que le da más importancia a lo que se dice por un micrófono sin considerar lo que la Palabra de Dios establece.
Estoy cansada de ver La Iglesia enferma. Estoy cansada de ver La Iglesia débil. Estoy cansada de ver La Iglesia sin rumbo. Estoy cansada de ver La Iglesia peleando entre sí. Estoy cansada de ver La Iglesia impotente. ¡Estoy cansada! Jesús dijo “el que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también, y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Quisiera ver La Iglesia sanando enfermos porque Jesús sanaba. Quisiera ver La Iglesia perdonando porque Jesús perdonaba. Quisiera ver La Iglesia entregada porque Jesús se entregó a sí mismo. Quisiera ver La Iglesia presta a ir pues Jesús iba. Quisiera ver La Iglesia vidente a la necesidad pues Jesús la veía. Quisiera ver La Iglesia enfocada en dar en lugar de recibir pues Jesús dijo que así era mejor. Quisiera ver las señales y portentos marcando el paso de La Iglesia. Quisiera que La Iglesia entienda que es un solo cuerpo. Que sepa y comprenda que cuando sus miembros se pelean, el cuerpo se pelea consigo mismo. Quisiera que La Iglesia entienda que su cojera, ceguera, impotencia y enfermedad es producto de sus propias acciones e inacciones.
Iglesia, Jesús dijo que de la misma manera que el Padre le envió a él al mundo, así mismo Jesús envía a La Iglesia como cuerpo (Juan 17:18). Iglesia ¡despierta! Mírate en el espejo de la Palabra de Dios. Las señales te tienen que seguir. Si no te siguen, algo está pasando. ¡Analízate! Desvía tu vista de las bendiciones materiales y enfócate en a hacer la labor que te fue encomendada. Levántate y camina pues Jesús nos comisionó, nos capacitó, y nos envía.