Ajá!

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Piensa en cómo contestarías si alguien te hace una de estas preguntas.

  • ¿Desde cuándo eres cristiano/cristiana?
  • ¿Cuándo te convertiste al evangelio?
  • ¿Podríascompartir tu experiencia de nuevo nacimiento (o conversión a Cristo)?

De hecho, si te quedaste sin contestación, lo más probable no has tenido el momento del ¡Ajá! Muchas de las personas que crecieron en un hogar con bases cristianas pasan por esta situación. Van a la iglesia desde niños, conocen la Biblia, saben las canciones, alzan las manos en el templo para alabar, y son parte de las sociedades en la iglesia. Sin embargo, no han experimentado ese ¡Ajá! ¿A que me refiero? Si alguien te pide que compartas tu testimonio de conversión y te pasmas, en realidad, no lo has vivido.

Cuando una persona ha experimentado un encuentro con Cristo, jamás lo olvidará. Puede ser que no recuerde el año, el mes, ni el día. Puede ser que se le olvide el nombre del predicador, pero puede describir su encuentro con Dios. En muchas ocasiones esto se debe a que la persona se acostumbra a la iglesia, los cultos, las canciones, las amistades, las predicaciones, y las actividades. Es parte intrínseca de rutina de vida. Si no puedes identificar tu ¡Ajá! Permíteme compartirte esto. A mí me llevaban a la iglesia desde niña. Participaba de la escuela bíblica, cantaba, tocaba pandero, ocasionalmente predicaba en culto de niños, era miembro de la iglesia pero nunca había recibido a Cristo como salvador en mi vida. En mi adolescencia, participé de un retiro de jóvenes en la ciudad de Mayagüez, Puerto Rico. Allí Dios tocó mi corazón. Me mostró que tenía planes conmigo. Que me amaba. Su toque me compungió tanto mi corazón que le entregué mi vida.

Un ejemplo bíblico es Nicodemo. Este era un hombre con recursos, educación, y mucho conocimiento de la ley. El hombre era muy religioso; asistía al templo, participaba de la liturgia, ofrendaba, ayudaba, no sé si cantaba pero era miembro. La Biblia lo identifica con rango, un príncipe entre los judíos. Sin embargo, Nicodemo no podía identificar su ¡Ajá! Sin que nadie lo viera, decidió ir donde Jesús. Mientras introducía su conversación reconociendo la deidad del Maestro, éste vio su corazón y le dijo: “De cierto, de cierto te digo: El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Finalmente llegó su ¡Ajá! dejándolo ir porque su corazón estaba en sus posesiones, no en el Dios a quien él creía servir.

Sería muy triste que vivieras tras la sombra de la religiosidad sin tener un encuentro con Dios. En esta hora, te invito a que examines tu corazón. ¿Puedes identificar tu ¡Ajá!? Si la respuesta es no, te invito a que le rindas tu corazón a Cristo. Recuerda es necesario nacer de nuevo para ver el reino de Dios.

Créditos:
1. Fondo musical de Alexis Ortega, Dios ha sido bueno, de la producción “Un Destello de tu Gloria”
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