Muchas de nosotras hicimos como Noemí; emigramos a tierra extraña con la esperanza de un mejor futuro. Noemí, su esposo Elimelec y sus hijos partieron a Moab debido a la hambruna en Belén. Dice la Biblia que luego de establecidos en Moab, Elimelec murió dejando a Noemí sola con dos hijos quienes luego se casaron con Orfa y Ruth. Diez años más tarde, los hijos también murieron. Así que tenemos un escenario de tres viudas, dos moabitas y una israelita. Dice la Biblia que Noemí se llenó de amargura. Se encontraba lejos de casa, familia, amistades confrontando un choque cultural completamente sola. Los moabitas tenían diferentes dioses a los cuales Noemí no adoraba. El dios de Noemí era Jehová, Dios de los ejércitos. En medio de toda esta situación Noemí escuchó que Dios visitó Belén y les dio pan. Dios no visitó a los Israelitas en todas partes. El visitó a los Israelitas en casa. Para Noemí recibir la bendición que los de su tierra recibieron, tenía que regresar a casa, y así decidió hacer.
Así trabaja Dios. Mientras nos mantenemos bajos las sombre del Omnipotente, su misericordia no cesa y son nuevas cada mañana. Dice el Salmo 91:1 que “el que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. Si tú estás lejos de casa lejos de Dios, yo te invito a que vuelvas a casa, vuelve a Dios. Vuelve al que te redime, te provee, te guarda, te suple. Vuelve a casa, al lugar de tu bendición.